Las "tristezas" de Joselito

José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, proclamado Rey, e incluso Papa del toreo, tuvo una vida plagada de triunfos en los ruedos, pero de tristezas y dolores fuera de ellos, por lo que incluso algunos afirman que el mejor de los toreros vivió sus últimos años sumido en una profunda depresión. Entre esos sinsabores destacan tres: la Monumental de Sevilla, inaugurada en junio de 1918, la muerte de su madre en febrero de 1919 y los amores frustrados hacia la hija de un conocido ganadero sevillano. Ciertamente, motivos más que suficientes como para que Joselito estuviera, como mínimo, frustrado, amargado. Al menos eso es lo que se dice.

 

La Plaza de Toros Monumental de Sevilla fue el eslabón andaluz de la cadena de monumentales impulsadas por Joselito. La idea de construir plazas de toros con capacidad para más de 20.000 espectadores fue un movimiento empresarial en el que el torero no estaba solo, sino acompañado de algunos personajes ilustres del mundo del toro, entre los que destacaba el genial bilbaíno Julián Echevarría, empresario de la plaza de Madrid, que llegó a serlo simultáneamente de las tres existentes en Barcelona y estaba previsto que fuera el primero de la Monumental sevillana, algo que no sucedió por su prematura muerte en un accidente de circulación. La intervención de Joselito fue crucial en el impulso de la plaza de Sevilla. En aquella ocasión, el promotor fue el acaudalado industrial sevillano José Julio Lissen Hidalgo, con un poder económico suficiente como para costear el nuevo edificio sin poner en riesgo su patrimonio. 

 

Desde el principio, muchos fueron los que mostraron su animadversión hacia el nuevo coso, especialmente periodistas, entre los que destacó el cronista de ABC Gregorio Corrochano. Pero no fueron los únicos: las autoridades, en especial algunos gobernadores civiles, hicieron todo lo posible, primero para evitar su inauguración y posteriormente, tras la muerte de Joselito, para acelerar su injusta clausura. 

 

Las obras de la Monumental de Sevilla se iniciaron en 1916, llevando un buen ritmo, con la intención de inaugurarla en el inicio de temporada de 1917. En abril de aquel año se efectuaron unas pruebas de resistencia, dirigidas por técnicos designados por el gobernador. Desconocemos si su objetivo era hundirla, pero la impericia de las citados técnicos acabó con un bochornoso informe en el que entre otras cosas solicitaban al gobernador que nombrara a expertos en estructuras de hormigón para llevar a buen fin el trabajo. Aquella misma noche, un tercio de la plaza se derrumbó, por lo que la inauguración se pospuso hasta el 6 de junio de 1918, con toros de Contreras lidiados por Gallito, Posada y Fortuna. Dos temporadas y media duró aquel edificio. Dos temporadas y media de éxitos, suficientes para hacer temblar los cimientos del negocio taurino tradicional en la ciudad. Sin ser su intención, que era la de ofrecer entradas más económicas y conseguir a su vez mayor recaudación y por tanto mayores beneficios para todos los participantes, la Monumental puso en aprietos el negocio de la Maestranza.

 

Estando lo anterior comprobado, no alcanzamos a entender que esta plaza supusiera un motivo de tristeza para José. Quizás en 1917, cuando José Salgueiro ofreció a Gallito torear en la Maestranza ante el hundimiento de la Monumental durante las pruebas de resistencia, José se encontrara disgustado por las malas artes de algunos en aquel incidente, sobre el que incluso sobrevoló la sospecha de un sabotaje con explosivos. De hecho Joselito rechazó aquella primera invitación y una segunda, días antes de la Feria de Abril, al resultar cogido Juan Belmonte en Madrid. Así se quedó aquella feria de 1917 sin las dos principales figuras del escalafón. Pero Joselito no debió tener mayores problemas por el asunto, ya que en la Feria de Abril de 1918 hizo el paseíllo en la Maestranza. Una prueba del triunfo del nuevo edificio fue que en la temporada de 1920 José Salgueiro llevara el negocio taurino en ambas plazas sevillanas. Los principales detractores del nuevo coso, organizando festejos allí apenas un año después de inaugurarse. No entendemos los motivos para que la Monumental generase una profunda depresión al bueno de Joselito. 

 

En lo que respecta al fallecimiento de su madre, la "señá Gabriela", entendemos que le produjera dolor, ese dolor inmenso que conocemos los que hemos tenido la desdicha de perder a nuestra madre. Pero de ahí a la tristeza perpetua, sinceramente, hay un recorrido que nos tememos que Joselito no realizó. Como aficionados, no creemos que una persona deprimida, por buen torero que sea, pueda tener ánimo para vestirse de luces noventa tardes en España y diez más en América, en una temporada plagada de triunfos. Además, las crónicas de su viaje a Lima nos revelan a un Joselito pleno de facultades físicas y mentales. Una persona simpática y agradable. En fin, tampoco en este asunto encontramos motivos suficientes para fundamentar la supuesta tristeza de José.

 

Ya sólo nos quedan los amores. Vamos a ello. Joselito, joven, con dinero y triunfador en los ruedos, tuvo la vida sentimental normal en una persona de su condición. Se le atribuyen varios romances, algunos de ellos dudosamente fundamentados. Ciertos o no, aquellos amoríos pasaron en la más absoluta discreción. Incluido el último, el que tuvo con Guadalupe de Pablo Romero, hija del ganadero don Felipe. Aquel fue un amor correspondido, ya que tras la muerte de José la joven Guadalupe se mantuvo soltera hasta su octogenaria muerte. Se dice que nunca faltaron flores en la tumba de Joselito.

 

Lo de José y Guadalupe era conocido. El propio Gregorio Corrochano en su crónica titulada

"Joselito está triste ¿Qué tendrá Joselito?", daba cuenta de la corrida celebrada en Bilbao el

20 de agosto de 1919. Aquella tarde, con toros de Pablo Romero, alternaron José, Juan y Varelito. Don Gregorio puso mal a Joselito, haciendo referencia a sus supuestos amores por la joven sevillana, que ocupaba una barrera junto a la esposa del ganadero bilbaíno don Félix Urcola. El cronista se preguntaba irónicamente si la boda se celebraría antes o después de su viaje a Lima. Rafael Cabrera en su libro "Joselito en Bilbao, la culminación del mérito", realiza el ejercicio de comparar la crónica de Corrochano con el relato de Uruñuela. Según este, aquella tarde Joselito estuvo por encima de sus toros y de sus compañeros, y el gallinero bilbaíno se volvió loco.

 

Para entender la despiadada crónica de Corrochano hay que tener en cuenta que aquel año de 1919 la Maestranza, la plaza de los amores de don Gregorio lo estaba pasando francamente mal. Lo dicen los números, esto no es opinable. Y mientras las páginas taurinas de ABC eran un continuo asaeteo hacia Joselito, al que antes de la Monumental y después de su muerte, tanto elogiara Corrochano.

 

Pero vayamos a los datos. Tras la muerte de José varios miembros de su cuadrilla desvelaron que pensaba casarse. Unos dicen que con una señorita de la alta sociedad sevillana. Otros, que con la hija de un conocido ganadero. También consta en la prensa de la época que Joselito había avisado al Conde de Heredia Espínola y al cronista Don Pío para que fueran preparando el regalo.

 

Pero si han un relato que nos convence, ese es el de Muñoz y Pabón. En su carta titulada "A ella", de las publicadas en El Correo de Andalucía en mayo de 1920, el clérigo afirma que Joselito tenía el punto de mira puesto en una novia con la que quería casarse, porque era buena, porque era de su casa y porque tenía religión. Si a esto le añadimos que en la parte íntima del sepelio en el Cementerio de San Fernando se encontraban don Felipe y su hijo José Luis, de nuevo cuesta encontrar fundamentos para la tristeza de Joselito. 

 

Así las cosas, los datos disponibles apuntan a que José Gómez Ortega murió con 25 años, en plenitud de facultades físicas y mentales, nada de esas tristezas de las que tantas veces nos han hablado, en base a suposiciones o a relatos de personas desconocidas, o por qué no, inexistentes.

 

Por ahora preferimos la versión que aportan los datos: Joselito fue un triunfador y por tanto feliz en su profesión. La Monumental de Sevilla fue un éxito y la misma tarde del 16 de mayo de 1920 se celebraba allí una novillada. Los quebraderos por aquella plaza en aquel momento rondaban en otras cabezas. Su hermano Rafael, al que dicen que no hablaba, le estrechó efusivamente entre sus brazos en la estación de Plaza de Armas, cuando partió para su exitosa campaña limeña de finales de 1919. Y finalmente, José pensaba casarse con Guadalupe, su amor correspondido. No encontramos motivos para esa tristeza de la que tanto se ha hablado. Quizás tengan que pasar otros cien años para se revele la solución al enigma de la tristeza de Joselito el Gallo.

 

 

 

 

Carmen del Castillo Rodríguez, Julio Carrasco Andrés y Fidel Carrasco Andrés. Agosto de 2020.